miércoles, 19 de febrero de 2014

EL GRECO EN EL ESCORIAL


La Adoración del Nombre de Jesús. 1578-79. Oleo lienzo, 140 x 110 cm. 
Sala Capitular, Monasterio de San Lorenzo, El Escorial

Francisco de los Santos se refiere así a esta pintura en su Descripción Breve del Monasterio de San Lorenzo.., cuando estaba en la Sacristía del Panteón:

Una Gloria de Dominico Greco, de lo mejor que él pintó, aunque siempre con la desazón de los colores: mas aquí tiene disculpa, que para pintar la Gloria de Dios, no es fácil hallarlos acá acomodados; pues los más vivos, no pueden llegar a significar la fuerza de aquella Majestad suprema, ni vista, ni oida de los hombres. 

De ordinario llaman a este lienzo, la Gloria del Greco, por un pedazo de Gloria, que se ve en lo superior: mas también en lo inferior, se ve a un lado el Purgatorio, y el Infierno, con los habitadores de su fuego, y condenados: y a otro la Iglesia Militante, cuyo copioso número de Fieles se muestra puesto en oración, levantadas las manos y los ojos al Cielo, y entre ellos Philipo Segundo, que se conoce en su retrato; y en medio desta Gloria, está el nombre de JESVS, a quien adoran los ángeles humillados; y juntando esta adoración, con la que en la tierra le están dando los hombres y singularmente este prudentísimo Rey, siempre rendido a la Alteza de semejante nombre; podemos decir al mirar al otro lado del Infierno y el Purgatorio, rendidos de la misma forma, que quiso significarnos aquí el Artífice, aquello de San Pablo: In nomine Iesu omne genu flectatur Caelestium, terrestrium, & Infernorum. 

Ella es una historia ejecutada con toda excelencia; el acierto del dibujo ya es muy conocido en el Autor, y aquí lo muestra en el gusto de las posiciones, y habitudes elegantes que tienen las Figuras, con propiedad y desahogo, sin que las confunda la multitud.


Descripción breve del Monasterio de S. Lorenzo el Real de El Escorial...Madrid, 1657

Parece, pues, que la pintura fue hecha para Felipe II y que estuvo en la sacristía del Panteón, pero ningún documento más se refiere a ella, ni siquiera Fray José de Sigüenza en su exhaustiva Historia Primitiva y Exacta del Monasterio del Escorial, la más rica en detalles de cuantas se han publicado, de 1608.

Cabe considerar, pues, que se hizo por encargo real con ocasión de la muerte de don Juan de Austria en 1577, o del traslado de sus restos al Panteón, el año siguiente, donde se encontraba cuando Francisco de los Santos la describe, pero tampoco hay más documentación al respecto, ni del encargo, ni de que se pagara, ni, en realidad, del evento que exactamente motivó su creación, porque don Juan de Austria –si es que aparece en la pintura–, no es , desde luego, su protagonista.

Don Juan, como se sabe, fue el comandante de la Armada de la Liga Santa que obtuvo la sonada victoria de Lepanto, en 1571. España, Venecia y los Estados Pontificios –los principales miembros de la Liga–. están representados, de rodillas, formando un triángulo, en las figuras del propio rey Felipe, el Dogo Mocenigo y el Papa Pío V en el centro.


Podría ser don Juan el soldado que empuña una espada, a la derecha de Pío V. Si es así, se trataría, lógicamente, de una representación idealizada, ya que era el único fallecido entre los protagonistas y, puesto que la pintura estuvo en principio en el Panteón, sí es posible que fuera encargada para su enterramiento, pero como un elemento fuera del contexto y la planificación del Monasterio. Aunque también podría ser que todo esto fuera solo una deducción, pues no hay nada que indique que, dentro de los proyectos de Felipe II figurara la posibilidad de honrar la memoria de don Juan, de manera acorde con aquella victoria de Lepanto, que tanto asombró al Occidente cristiano.

De lo que no cabe duda, es de que El Greco se inspiró en el Tríptico de Módena, de 1567, cuyo panel central representa  La Alegoría del Caballero Cristiano.

Las tres figuras citadas: el Dogo, el Papa y Felipe II sustituyen a las tres Virtudes Teologales del retablo, mientras que el Leviatán y las almas que esperan a la izquierda, son una copia en líneas generales. De todo ello resulta una especie de obra de circunstancias y estas, las desconocemos. 

Dividiendo la tela en dos partes, entre el cielo y la tierra, resultarían dos pinturas de diferente época; la parte correspondiente a la tierra, respondería a un esquema ya anticuado, mientras que la zona celestial, representa luminosamente un avance sobre la pintura de su tiempo y de lo que iba a hacer –y ya estaba haciendo-, el Greco en Toledo.

Existe una versión, más reducida, en Londres, en su conjunto, muy similar, incluso ambas versiones parecen igualmente recortadas en su lado derecho.

Derecha. 1578-80. Oleo sobre tabla, 55,1 x 33,8 cm. National Gallery, London.

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El Martyrio de San Mauricio y sus Compañeros, de mano de Dominico greco; obra admirable, de mucho Arte y excelencia. Francisco Santos.
1580-81. Oleo lienzo, 448 x 301 cm. Sala Capitular, Monasterio de San Lorenzo, El Escorial.

San Mauricio era considerado patrón de la lucha contra infieles y herejes. De él poseía Felipe II una gran reliquia: El tercero –Santos habla de cuerpos enteros–, es de San Mauricio, aquel valeroso Capitan de los Thebeos: está en una Caja de metal dorado, Plata y Cristales, harto estimable; y es de los primeros que entraron a ennoblecer esta Casa; y así tiene en este Templo particular Capilla.

Mauricio capitaneaba la Legión Tebana, cuyos soldados, al parecer, habían sido ya cristianizados por la predicación de Santiago el Menor, que sería el que aparece a la derecha del santo. 


Hallándose en las Galias, esta Legión recibió la orden de ofrecer un sacrificio al Panteón romano, a lo que ellos se negaron, motivo por el cual fueron todos condenados a muerte por decapitación. Eran 6.666 hombres.

San Mauricio está representado por una hermosa figura, a pesar de que tiene las piernas descompensadas con el talle. Lleva una coraza de cuero gris azulado y, con ademán de sosiego, habla con uno de sus capitanes. El hombre de la coraza amarilla que lleva el estandarte, sería San Exuperio. 

Entre el santo y el portaestandarte, aparecen, según se cree, Alejandro Farnesio, duque de Parma, con el cabello ya muy blanqueado y que entonces se hallaba en los Países Bajos y, el Duque Enmanuel Filiberto de Saboya, quien había mandado las tropas españolas en San Quintín, y además, era Maestre de la Orden de San Mauricio. 

No obstante, la identificación de estos dos personajes no es definitiva. Aparentemente, como hemos dicho, se trata de Farnesio y Saboya, pero hay otras posibilidades y otras similitudes.


Alejandro Farnesio.(1545-1592) Otto van Veen
Manuel Filiberto de Saboya. Franz Pourbus El Viejo.


 
Un retrato pintado también por El Greco y conocido como: 
Caballero de la Casa de Leiva. 88x69. 1580. Museum of Fine Arts, Montreal.
y Carlos Manuel de Saboya, hijo de Filiberto, casado con Catalina Micaela, hija de Felipe II (1562-1630).

El primer Leyva notorio fue D. Antonio, Duque de Terranova, que vivió entre 1480 y 1536. Casado con doña Castellana de Fabra, sólo tuvo una hija, Constanza, o tal vez, Virginia, a la que legó una enorme herencia de 200.000 ducados. Se habla, sin embargo, de otro hijo; Antonio de Leyva, II Príncipe de Áscoli, del que se ignora si estuvo casado, pero que también tuvo un hijo, Antonio Luis de Leyva, Tercero de este título, que se casó con Eufrasia de Guzmán, una dama de doña Juana, la hermana de Felipe II, con la que no tuvo hijos, aunque ella sí tuvo uno con el rey. 

Este correspondería al tiempo en que el rey aguardaba a que Isabel de Valois fuera mujer, entre 1559 y 1564. Encinta de Felipe II, su matrimonio con el príncipe de Ascoli, acallaría la maledicencia. El cuarto príncipe Ascoli, pendenciero y en problemas con la justicia sería hijo del monarca.–C. Fisas.

Podría ser el III príncipe de Áscoli, el casado con Eufrasia de Guzmán, el retratado, aunque, en opinión de Parker y Martín, sería el hijo de Felipe II, el que fue enviado en la Gran Armada –La Invencible-, con la misión de sustituir al Duque de Medina Sidonia, en caso de necesidad, pero que murió, tras muchas vicisitudes, al naufragar en las rocas de Irlanda a la vuelta de Inglaterra. 

En cuanto a Carlos Manuel de Saboya, el marido de Catalina Micaela, la hija de Felipe II, ya no encajaría en el contexto, pero su parecido con el modelo de la pintura, es innegable.

En segundo plano, donde se encuentran los mártires, figuraría, se dice, don Juan de Austria, con armadura, detrás de san Mauricio. 



Los legionarios que esperan el martirio en este plano y al fondo, aparecen desnudos o medio desnudos mientras el verdugo se muestra de espaldas con una afilada espada, a punto de ser usada con un soldado al que San Mauricio presta consuelo y cuya cabeza es iluminada por un haz de luz celestial. Ante él, en escorzo, un hombre degollado.



En la parte superior del lienzo, la Gloria, que espera a todos, con ángeles músicos, palmas de martirio y coronas de victoria. Los ángeles son figuras extremadamente escorzadas en contraposición a la verticalidad de los modelos que pisan la tierra.

No hay paisaje; es evidente que, en la concepción de El Greco, el fondo histórico-geográfico no tenía trascendencia ante lo que estaba sucediendo. Tampoco parece querer dar relieve a la tragedia y a la efusión de sangre, y, precisamente el hecho de relegar el martirio a un segundo plano, pudo ser la causa del disgusto del monarca, tal vez porque no excitaba suficientemente la devoción, algo que pensó que sí lograría Cincinato. Pero, al parecer, ni el Greco ni Cincinato quedaron satisfechos con su suerte: el florentino valoró abiertamente otras obras por encima de las que hizo para el Escorial y el cretense optó por marcharse a Toledo.

El hecho de que el Greco firmara en el papel que aparece en la boca de la serpiente que sale de debajo de una piedra, no parece sino uno de los numerosos jeroglíficos tan empleados por él. En cualquier caso, la pintura estaba terminada el 16 de noviembre de 1582, fecha en la que fue entregada en El Escorial. Aunque no agradó al rey, mandó pagar y despedir al artista, dando, poco después la orden de que se contratara al florentino Romolo Cincinato para realizar el nuevo San Mauricio y el resto de las pinturas.


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Romulo Cincinnato (1540–1597) –escribe Francisco de los Santos–, que fue pintor del señor Felipe Segundo, de nación italiano en la muy ilustre ciudad de Florencia, vino a España , y vivió en ella muchos años; y así dexó muchas obras, aunque dicen no era hombre de mucha invención. En las casas del Excelentísimo Señor Duque del Infantado en Guadalaxara hizo muchas cosas á el fresco, con muchos, y varios adornos, que satisfacen á todos los que lo entienden. Pintó en el Escorial en el claustro baxo á el fresco, como lo escribe el Padre Figueroa, part. 3. lib. 4. p. 719. y el quadro de la capilla de san Mauricio y sus compañeros, que está en aquella iglesia es de su mano; y en el coro las dos historias á el fresco de san Lorenzo, quando iba siguiendo á el Papa San Sixto; y la otra, de quando entregó los pobres a el tirano, que le pidió los tesoros: como también las otras dos pinturas, la una de san Gerónimo escribiendo, y la otra del mismo santo, dictando á sus discípulos.

Fue pues Rómulo artífice de gran talento, y gracia. De su excelente pincel es el quadro principal de la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús de la ciudad de Cuenca , que es de la Circuncisión del Señor, donde está una figura de espaldas, y arrodillada, que saca afuera un pie, y pierna, que es la admiración de todos, porque parece estar fuera del quadro.

Y celebrándole á este artífice lo que había pintado en el Escorial, dixo: Que valía más un Zancajo, que había pintado en los Jesuítas de Cuenca, que todo quanto había hecho en el Escorial. Pintó también á el fresco en este palacio de Madrid dos piezas, que están inmediatas á la galería del cierzo del quarto del Rey, en compañía de Eugenio Caxes, con grande acierto y magisterio. Murió en esta Corte por los años de mil y seiscientos, de edad muy crecida, con gran sentimiento de toda la profesión, por su amable trato, y eminente habilidad.

Martirio de San Mauricio. Romolo Cincinato. 1583. 540 X 288. 
Monasterio S. Lorenzo. El Escorial.

No sabemos si la despectiva expresión comparando sus obras de Cuenca con las de El Escorial podría indicar el malestar del autor por una obra hecha bajo precisos requerimientos reales que coartarían su libertad artística, ni hasta qué punto Felipe II llevaba sus exigencias con respecto a los artistas de El Escorial. Quizás haya que considerar algo que también se dijo: que el motivo del rechazo de la obra de El Greco, se debió, simplemente al hecho de que su forma y medida no se adaptaban al lugar al que estaba destinada; el San Mauricio de Cincinato es casi un metro más alto y remata en arco de medio punto. También podría ser que a Cincinato no le agradara ser llamado en segundo lugar. 


La pérdida de interés por parte del rey, decidió u obligó al Greco a volver en Toledo, donde ya había sido bien recibido, desde 1577, evidentemente, no podía volver a Italia, ni, mucho menos a Creta, por lo que Toledo, con la ayuda de sus protectores, se presentaría, en principio como su única posibilidad real.

Y allí, en Toledo, en 1578 nació su hijo Jorge Manuel, de cuya madre, Jerónima de las Cuevas, apenas hay más datos que el nombre. En septiembre de 1585 alquiló el pintor 3 ó 4 habitaciones en las Casas del Marqués de Villena, donde residió prácticamente el resto de su vida. Desde el mismo año, Álvarez Lopera acredita documentalmente la presencia en la casa, de su ayudante y amigo el italiano Francesco Preboste (1554–1607). Para entonces, El Greco ya tenía renombre suficiente como para recibir importantes encargos.
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